lunes, 7 de noviembre de 2011

---> Arquitectura Eléctrica 1: El Salto de Salime. Joaquín Vaquero Palacios y Joaquín Vaquero Turcios.1940-1954

El sofá-turbina

Vista aérea de la presa de Salime

Sala de Turbinas

Iluminación en la coronación de la presa de Salime













Acceso principal

Sección del proyecto original

Planta del proyecto original

Perspectiva cónica del proyecto original y fotografía

Trazado original del teleférico y foto actual del estado del mismo

Fotografía del proceso de construcción de la presa de Salime

Fotografía del proceso de construcción de la presa de Salime

Fotografía del proceso de construcción de la presa de Salime

Fotografía de la presa de Salime en su inauguración

Trabajos en los frisos de hormigón de la entrada. 1954

Joaquín Vaquero Turcios ante la "boca de ballena"

Vista de la presa desde el poblado superior

Fotografías de los miradores y espolones

Fotografía de los miradores

Fotografía del interior de uno de los miradores

Iluminación de la coronación de la presa y la carretera superior

Diseño de una luminaria interior

Lucernarios de la sala de turbinas y gran luminaria de recepción

Interior de la sala de turbinas

Cubierta y ménsulas de la sala de turbinas

Detalle del mural de Vaquero Turcios

Mural "eléctrico" y turbinas

Gran luminaria sobre el sofá-turbina



La impresionante presa de Grandas de Salime (Asturias) es una inimaginable obra integral hecha realidad. La Arquitectura y la Ingeniería son indisolubles en este gran proyecto sobre el valle del río Navia y “La Central constituye un ejemplo de integración de escultura, arquitectura y pintura en una obra industrial, respondiendo así a un deseo de humanizar un espacio que está al servicio de la técnica”. Su diseño es majestuoso pero sin ser excesivo, la solución es cuanto menos sencilla y el resultado de gran belleza y tensión plástica. Su autor, Joaquín Vaquero Palacios (1900-1998), arquitecto, pintor y escultor, resolvió con gran eficacia un titánico proyecto y que como dirían nuestros antiguos: fue digno de ser tallado por los rayos del mismísimo Zeus. Hoy en día la presa de Grandas de Salime está declarada Bien de Interés Cultural Protegido y considerada por el Comité Internacional para la Conservación del Patrimonio Industrial.


Vaquero Palacios decía que la integración de las artes era una absoluta necesidad para la industria ya que "nuestra actividad actual está desbordada y nuestro organismo necesita ser apaciguado de alguna forma para sobrevivir a la tensión a que se le somete cada vez con mayor exigencia"… y el autor lo logró, vaya si lo logró.


En este proyecto intervinieron de forma activa tres generaciones de una misma familia: los Vaquero. El primero de ellos, Narciso Hernández Vaquero fue socio fundador y presidente de la empresa Hidroeléctrica del Cantábrico (HC). Su hijo, Joaquín Vaquero Palacios (1933-2010 renunció al apellido Hernández), fue el autor de este magno proyecto en el que se propuso unir funcionalidad y belleza. Quiso que en los espacios de trabajo, en los lugares en los que se genera energía, hubiera algo más que hormigón y máquinas: hubiera luz natural, confort, diseño y arte para atemperar el medio laboral. También intervino el tercero de la saga: Joaquín Vaquero Turcios, que como su padre, fue también un creador integral. Solía comentar que “la pintura y la escultura son disciplinas indisolubles a la arquitectura” (suyos son los grandes murales bajo las aguas del río Navia y el mirador colgante conocido como “la boca de ballena”).


La hidroeléctrica de Salime es una obra espectacular en todos los sentidos: el salto es de 134 metros coronada por unos espigones y miradores expresionistas que firmaría el mismísimo Eric Mendelsohn. La sección del complejo es ingeniosa puesto que la gran sala de turbinas se proyectó bajo el aliviadero y pese a estar semienterrada bajo las aguas cuenta con luz natural. Unos grandes bajorrelieves de hormigón en la entrada principal nos revelan en donde estamos: el mural alude a la energía y representa las nubes, la lluvia, las observaciones meteorológicas, la toma de datos, las aguas en libertad, las embalsadas, las compuertas, la energía, las líneas de transporte, las obras... Dentro, dos inmensos murales de 60 metros de largo por 5 de alto, obra de un joven Vaquero Turcios de apenas 23 años, relata el proceso de construcción de la central: aparece su abuelo en la primera de las imágenes y en la última, Matías Prats padre dando cuenta de la puesta en marcha de tan magna obra. En el camino, los consejos de administración de Hidroeléctrica del Cantábrico y Viesgo, que se unieron para hacer realidad el proyecto, los vecinos abandonando los pueblos anegados, el inicio de las obras, la construcción del muro del salto, el teleférico, el duelo por los fallecidos, la construcción de los cuatro poblados provisionales para albergar a los trabajadores, etc. El propio Vaquero Turcios lo relató del siguiente modo: «Llevaba aquí unas semanas viendo y viviendo la emocionantísima epopeya de la construcción de la presa; el espectáculo de la obra y el paisaje, los barrenos, las aguas, las rocas y, sobre todo, esos ejércitos de hombres que trabajaban en la obra, el poblado en el que vivían los trabajadores, los bueyes que arrastraban los castilletes, todo con medios primitivos. Era como la construcción de las pirámides, y me dije, tengo que contar eso. Y me puse a pintarlo». Sobre las ménsulas que sostienen el balcón de paso hacia el cuadro de mandos hay unas pinturas a modo de banderas en donde Vaquero Turcios se entregó en 2001 a realizar aquello que entonces proyectó y no pudo hacer debido a la censura del franquismo, cuatro perfiles: los de Picasso, Planck, Freud y Einstein y algunos de sus pensamientos. Uno de ellos, el de Picasso, advierte: "La pintura no está hecha para decorar apartamentos". Al otro lado, otro mural abstracto y de colores eléctricos nos recuerda a una descarga entre dos bornes. Los gigantescos murales ensalzan un espacio ya de por sí grandioso: la curvatura del techo de hormigón recuerda a la tensa barriga de una ballena, pero a pesar del ruido de las turbinas y de saberse uno que está bajo las aguas el espacio es ligero, la gran panza del salto de Salime parece levitar sobre la sala de turbinas gracias a unos grandes lucernarios laterales. Una catedral sumergida. Vaquero Palacios también consiguió con los elementos de más pequeña escala y de detalle enaltecer la integración entre disciplinas aparentemente diversas: el diseño de las luminarias es sublime, los pasamanos son de cobre, iguales a los cables empleados en las líneas de alta tensión, el mobiliario fue diseñado ex profeso y cabe señalar el sofá-turbina por su originalidad no exenta de comicidad. Uno se imagina allí sentado al Dr. No despachando a un 007 en unos años en los que éste ni siquiera existía.


El proyecto de la presa de Salime se inició en 1940, las obras comenzaron en 1946 y se finalizaron en 1953. En ella trabajaron más de 9000 personas, se cobraron la vida de 306 y se precisó de la construcción de un teleférico de 40 Kilómetros y 8 estaciones hasta el puerto de Navia para el suministro de materiales como el clinker, el yeso y otros materiales que se recibían por vía marítima. En su momento, fue el mayor de los teleféricos construidos en España y el más importante de Europa en su modalidad, fue diseñado por la empresa italiana especializada Cereti-Fanfani. Se construyeron cuatro pueblos provisionales para albergar a los trabajadores (la mayoría inmigrantes andaluces). Fue realizada con una gran escasez de medios y exigió burlar el embargo impuesto por la ONU, siendo importadas clandestinamente las turbinas desde el Reino Unido. El salto transformó el paisaje para siempre: anegó ocho pueblos asturianos y cinco lucenses. Levantar la que en aquel momento iba a ser la mayor presa de España y la más alta de Europa supuso la realización de una obra ingente que movió varios centenares de miles de metros cúbicos de hormigón y obligó a desviar el curso del río, a fin de dejar seco su lecho en la zona donde se levantaría el muro de la presa. Un túnel serviría de cauce provisional a las aguas desviadas del curso natural del río. Fue excavado en roca y revestido de hormigón, para lo que se precisó una excavación de 30.725 metros cúbicos. El cemento para la fabricación de hormigones se producía a pie de obra, lo que obligó a buscar una cantera próxima capaz de facilitar el enorme volumen de piedra necesaria. Solventado el proceso de producción de materiales y la construcción de los cuatro poblados que iban a dar acogida a los operarios se pusieron en marcha las obras de la presa. Se levantó un muro de tipo «arco de gravedad» con taludes del 5% aguas arriba y 72% aguas abajo, con radio de 400 metros en su coronación y con una altura sobre cimientos de 132 metros, lo que situaba la presa como la mayor de España y de Europa. En la parte superior tiene una longitud de 250 metros, por ahí discurre el paso de la nueva carretera que fue proyectada (AS-14) y en cuyo centro se encuentra el aliviadero con cuatro compuertas de 12x7 metros y una capacidad de desagüe de 2.000 m3 por segundo. Bajo el aliviadero se construyó la central, que se alimenta por cuatro tuberías de 2,50 metros de diámetro para el abastecimiento de las turbinas. Cada una de ellas acciona un generador que produce 30.400 KW a un voltaje de 11.000 voltios.


Hoy, la central de Salime continúa a pleno rendimiento, aunque en las imponentes instalaciones únicamente trabajan diez personas, nada que ver con las más de nueve mil que pasaron por las obras durante los ocho años que duraron. Es una obra admirable, y lo es mucho más si tenemos en cuenta las condiciones en que se realizó.


En el proyecto de Salime Joaquín Vaquero Palacios fue una persona comprometida con el arte en todas sus vertientes así como un feroz defensor de la multiplicidad de las artes vistas bajo un único crisol. La arquitectura, la pintura, la escultura, la literatura o la poesía no son sino expresiones diversas orientadas a un único fin: el conocimiento como la suma de saberes diversos. Como anécdotas recordaremos que se casó con la única sobrina de Rubén Darío y que en 1933 colaboró con Federico García Lorca en el diseño y construcción de los escenarios de La Barraca. Fue también persona viajera: becado en Nueva York, Méjico, París y Roma.


Quienes no conozcan el salto de Salime, en Asturias, deberían pasarse por allí en alguna ocasión: les puedo asegurar que se sentirán electrificados en aquel lugar y experimentarán una auténtica ARQUITECTURA ELÉCTRICA… ¡¡Zaaaass!!..., sin lugar a dudas.


Justo Ruiz Granados



Salto de Salime

6 comentarios:

  1. Muy interesante este artículo. Me gustaría saber de dónde procede el dato de los 306 muertos durante las obras. Sé que hubo muchos accidentes pero desconozco el número exacto de víctimas. Saludos.

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  2. Gracias Tere por tu amable comentario,
    El dato de los fallecidos me fue facilitado en la propia presa de Salime y así está también atestiguado en los murales de acceso. Coincide también con la información del museo etnográfico de Grandas de Salime, en donde constatan datos de más de 300 fallecidos (la mayoría andaluces), aunque el número preciso lo desconocen.
    Trasteando en la web no es difícil encontrar los datos (apunto más abajo un par de links), aunque es cierto que no se facilitan las fuentes. En mi caso me bastó la palabra de los operarios del embalse.
    Un saludo

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  3. http://www.lne.es/sociedad-cultura/2011/05/15/salime-salto-arte-energia/1074997.html

    http://blog.elcomercio.es/campoyplayu/2014/09/30/grandas-de-salime-existe/

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  4. Hoy un hombre de más de 80 años me ha contado que estuvo trabajando cuando tenía 15 años en esta obra (trabajó de pinche y después de peón). Cosas curiosas (como lo del teleférico) me han hecho buscar en la web. Me contó que el paisano que lo llevó allí (desde Orense) murió en un terrible accidente con otros de 12 o 15, por el derrube de la piedra que estaban picando de noche después de los dinamiteros. Decía que morían muchos. Él tuvo (junto con otros) que enterrar en un pueblito cercano los restos hecho añicos del paisano que lo había traído ahí. Dice que tuvieron que ahondar en la fosa del cementerio ellos mismos, porque era muy poco honda. Picaron para el entierro a mano en un suelo muy duro de pizarra.

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  5. Mi abuela que era de Grandas me conto que morían muchos. Una vez en el funicular que subía al poblado de los trabajadores se mataron en un accidente 14 personas, entre ellos una mujer embarazada. Y que nadie sabia los que habían muerto en esa obra.

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  6. Mi padre trabajó en la construcción del embalse como economista. En los últimos años de su vida me contó muchísimas anécdotas de lo que por allí ocurrió, de los inviernos, de los obreros, de la vida cotidiana de la gente que vivía en los poblados y los que que vivían en chalets (los profesionales). Pero recuerdo especialmente la narración que me hizo de un accidente en un montacargas o funicular que había en la misma presa que, debido a una negligencia nocturna, del encargado del cable ocasionó la muerte de algunos obreros.
    Nos contó tantas y tantas historias que para mí forma parte casi de mi vida, aunque yo hubiera nacido en el 56 y él creo que trabajó allí entre los años 50 al 55.
    Gracias por esta página tan bella.

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